miércoles, 26 de agosto de 2009

BARROCO de Indias


TEXTOS:

- PRIMERO SUEÑO
-CARTA ATENAGORICA
Bliografìa critica
-LA RESPUESTA Y SUS VESTIDOS:TIPOS DISCURSIVOS Y REDES DE PODEREN LA RESPUESTA A SOR FILOTEA- Beatriz Colombi
Homenaje a Sor Juana Inésde la Cruz en su Tercer Centenario(1651-1695)- Octavio Paz

domingo, 23 de agosto de 2009

Barroco de Indias: la expresiòn americana I


CALIBÁN-Me enseñaste a hablar, y mi provecho es
que sé maldecir. ¡La peste roja te lleve por enseñarme tu lengua!
La tempestad, Shakespeare

La crisis religiosa que comienza a gestarse con el protestantismo entre los Siglos XIV y XV pone en cuestión el ideal de armonía renacentista. Es cierto que antes de producirse la escisión luterana y tras ella la reacción católica, se ha adelantado ya el fenómeno manierista. Sin embargo, hay que tener en cuenta que previamente a la escisión nórdica, surgen en los mismos países católicos conatos de reforma, como el erasmismo y otras corrientes espirituales, con afinidades luteranas por lo que respecta a una acerba crítica de instituciones y prácticas religiosas, y una exigencia de retorno a las fuentes más puras de la vida espiritual. Ello habría tenido un impacto inmediato en una visión menos serena del mundo en algunos artistas, reforzando la exacerbación expresiva general del manierismo. Más adelante, la Iglesia católica oficial habría reaccionado, en Trento, contra esta misma tendencia hipersensibilizada, imponiendo el retorno a un arte más puritano, preciso y sin complicaciones.

Esta etapa tardía del manierismo sería la llamada trentina, inmediatamente antecesora del barroco La tempestad (The Tempest) es una obra de teatro de William Shakespeare (1564-1616),. Fue representada por primera vez el 1 de noviembre de 1611 en el Palacio de Whitehall de Londres. La tempestad pertenece al conjunto de Romances tardíos de Shakespeare. Esta obra se escribió cuando comenzó la colonización británica de norteamérica. Esto se observa constantemente en la obra. Una de sus lecturas críticas observa a Calibán como el amerindio colonizado y esclavizado. Aquel a quien privan de sus tierras y le imponen una lengua extraña. Es este paralelismo que sugiere dicho personaje el que provoca muy distintas reacciones en la audiencia, dependiendo de la época en que se ha interpretado.
Entonces los ingleses tenían una imagen de los pueblos precolombinos, se los consideraba como salvajes primitivos, poco más que animales. El drama del sujeto moderno queda en la escena como el enfrentamiento entre Calibán, la barbarie y Próspero, la civilización; una sociedad amenazada por el otro. El descentramiento que encontramos en la representación artística obra en la obra de Shakespeare su dimensión política es una amenaza al poder establecido que proviene desde afuera del poder.
En esta epoca see rompe el equilibrio típicamente renacentista, de la misma manera que, en el ámbito de la ciencia, Kepler rompe la imagen cosmológica de un universo con un núcleo central. (En 1991 el director de cine inglés Peter Greenaway, realizó esta adaptación libre del clásico de William Shackspeare "La Tempestad"; la película se llama Prospero´s Book .Focaliza el relato en Próspero, el noble caído en desgracia. Dedicado a una tarea menos estresante que la de defenderse de las traiciones palaciegas, Próspero, "escribe" un libro que contenga "todo" lo que existe en el mundo. ”)
Historiadores de la ciencia [1] han observado que el hombre del siglo XVII sufrió una profunda crisis paradigmática al enfrentar los postulados de las nacientes teorías científicas heliocéntricas a los de la tradición geocéntrica. La hoy llamada “Nueva Ciencia” o “Revolución Científica”, que se gesta desde mediados del siglo XVI y se consolida plenamente en el siglo XVII, constituyó en la historia del pensamiento el emplazamiento –en el campo científico y en el simbólico- para desatar la “batalla sangrienta” entre la Autoridad y la Razón. Los resultados de esta “batalla” no sólo derogaron los postulados de la ciencia medieval, cuya validez se encontraba en la asociación de las ideas de Aristóteles, de Ptolomeo y la escolástica, sino que, además, cuestionaron el fundamento teológico -o si se quiere ortodoxo- que validaba finalmente los postulados de la tradición: Las Sagradas Escrituras.
En tal enfrentamiento, el hombre del periodo no sólo padece el asombro de observar un “cielo” que, a partir de los postulados de la nueva astronomía, se le revela desconocido; además, con el “Descubrimiento del Nuevo Mundo” ingresa a la experiencia de una naturaleza y sociedades cuya diferencia hace colapsar los modelos y métodos de conocimiento. De tal modo, el hombre del XVI y XVII es aquel que pierde la certeza sobre el orden natural en el que había reinado, primero por otorgamiento divino, y después, por designio de su razón. Es esta, entonces, una época de grandes derogaciones y de no menos espectaculares cortes: cae la punición filosófico-religiosa que impedía inquirir sobre el funcionamiento del cosmos y la bóveda celeste es abierta y expuesta a la mirada por aparatos –el telescopio, microscopio[2]- que dejan atrás la limitación natural del ojo; paralelamente y como correlato de ese corte simbólico del cielo, se realiza la apertura del cuerpo humano, incisión ampliamente testimoniada por la plástica con las numerosas y distintas obras tituladas “Lección de Anatomía”[3]. Por último, la derogación del mapa geográfico y natural del mundo conlleva la caducidad de los modelos de conocimiento que lo sustentaban. Profanados, entonces los límites cosmológicos, anatómicos y geográficos, junto con enunciar la potencia de la razón, la conciencia de la época escucha el alarido de la infinitud[4].
Fundamentalmente, el hombre del XVI-XVII se enfrenta a la disociación o alejamiento entre la palabra de Dios –relato divino- y su propia palabra –discurso científico-, entendiendo por esto último, las evidencias arrojadas por su propia indagación en el funcionamiento del universo. En este sentido, para comprender a cabalidad la crisis del periodo, no debe perderse de vista que los hombres de ciencia que llevaron a cabo la revolución científica se vieron sometidos a una profunda lucha interna, donde, por un lado, pesaba en sus conciencias el conservadurismo escolástico y sus fundamentos teológicos, y, por otro, las evidencias de su razón. Por tanto, en el orden simbólico de estos siglos compiten dos órdenes del discurso: uno que emerge (la palabra del hombre) y otro que declina (la palabra de Dios), cuyos principios contrarios pusieron en cuestión el fundamento del signo en occidente. Esta contradicción en el fundamento, es lo que procedo a revisar.
Con Copérnico (1473 – 1543) (De revolutuionibus orbium colestium, 1543, dedicada al papa Pablo III), se replantea la posibilidad de que la tierra no es el centro del universo ni inmóvil[1]. Contradiciendo la teoría geocéntrica, la nueva teoría copernicana postula que es el sol, y no la tierra, el astro que ocupa el centro del universo y que la tierra orbita alrededor de él. La primera y fundamental consecuencia de la teoría heliocéntrica es que se cuestiona –hasta llegar a perderlo- el privilegiado lugar teológico de la tierra, sostenido por la filosofía y la ciencia escolástica, cuyos fundamentos, como ya se dijo, se encontraban en Aristóteles y Ptolomeo. Cuestionado “el divino Aristóteles” y nuevamente agredida la palabra de Dios por la sierpe de la ciencia, se abren las puertas para que la tierra (lugar de la corruptibilidad y de la muerte) se instale con toda su carga negativa en el movimiento circular perfecto de los astros.
No obstante la inversión que señalo, Copérnico no se desprende del todo de su respeto a la Autoridad y mantiene para su sistema el movimiento circular y uniforme de los planetas, cuyo correlato simbólico es la perfección del círculo; perfección y pureza divinizadas vigente en la cultura occidental desde Pitágoras hasta el Renacimiento. La corrupción del círculo y la esfera vendría inmediatamente con Kepler, otro científico fundamental para el cambio de mentalidad (paradigma) ocurrido en el siglo XVII.
Ahora bien, una revisión de los factores que propiciaron el cambio de paradigma sucedido entre los siglos XVI y XVII, y que reconocemos en el campo de la estética como “la edad barroca”, debe necesariamente contemplar las transformaciones epistemológicas y simbólicas que produjo el proceso de “Descubrimiento y Conquista” en la cultura occidental. La nueva perspectiva que emane de ahí nos va a permitir resituar “la cuestión del barroco” en un campo en el que la copia o el reflejo ejerce una dinámica modelizadora sobre el original.



[1] L. W. H. Hull. Historia y Filosofía de la Ciencia. Traducción de Manuel Sacristán. Barcelona, Editorial Ariel, S. A. 1959.
[2] En el siglo XX la reposición Neobarroca también está marcada por el mismo aparato: el telescopio llamado “El gran ojo” que permitió observar la expansión del universo y asentar con esa observación la teoría del Big Bang. Por otra parte -en relación a la reposición Neobarroca- es importante llegar a determinar las consecuencias simbólicas de la física cuántica y relacionarlas con los infinitos al interior de la materia enunciados por Pascal.
[3] Por ejemplo: La anatomía del cerebro según Charles Estienne – 1543 (autor desconocido); La lección de natomía de John Bannister- 1581 (autor desconocido); La lección de anatomía del Dr. Willem van der Meer – 1617 (Michel Janzoon van Mierevelveld); La lección de anatomía del Dr. Deijman – 1656 (Rembrandt); La lección de anatomía del Dr. Fredericck Ruysch (Adrieaen Backer); La lección de anatomía del Dr. Fredericck Rusch – 1683 (Jan van Neck), etc.
[4] Pascal. Pensamientos. Traducción de Eugenio D’ors. Buenos Aires. Losada, 1964. “¿El único que conoce la naturaleza no le conocerá más que para su desgracia? ¿El único que le conoce será el único desgraciado? Pg. 204. “¿Qué vale un hombre en el infinito?” Pg. 242. “Porque, en fin, ¿qué es el hombre en la naturaleza? Una nada en comparación con lo infinito, un todo en comparación con la nada: un término entre todo y nada…¿Qué hará, pues sino conocer alguna apariencia, en las cosas del término medio, con una desesperanza eterna de conocer su principio y su fin? Pg. 243. Para Pascal, la materia también es un abismo infinito.